Ha transcurrido algo más de un
año desde que fui dado el pase al COLEGIO MILITAR Nº 3 “HÉROES DEL 41”. No
estaba contento con mi nueva destinación, para ser sincero, me imaginaba a una
bandada de forajidos desquiciados, incontrolables por las hormonas propias de
la edad. Mi primer día no difirió mucho de mi apreciación inicial, creo que me
quedé corto, ya que controlar la
disciplina de más de 2000 estudiantes es una labor titánica. Pero a la sabia
superioridad del creador, no hay que hacerle caras, pues sólo él sabe cómo hace
las cosas y si él me puso aquí, debe ser como dice el Papa Francisco: “el mejor
de los vinos está por venir”.
Aunque son odiosas las
comparaciones, cabe indicar que yo me eduqué en un Colegio Militar (COMIL -1 de
Quito), y aunque utilice una frase cliché pero “en mis tiempos eran muy
diferentes las cosas”. Recuerdo que para iniciar mi día en primer curso (8vo de
básica ahora), necesitaba esta dosis: un “abrazo de oso” de mi padre y unas dos
bendiciones de mi madre para aguantar mi día. Desde tomar mi recorrido con
otros cadetes, era un momento formal, los hacíamos bien uniformados, en orden de antigüedad
en donde el más antiguo daba el ejemplo al resto y todos saludábamos dando la
mano. Al bajarme el más antiguo pasaba revista de aseo, calzado y útiles de revista. Los anotados
sabían que se despedían del recreo pues tenían ejercicios físicos que cumplir.
Si algo exagero o falto a la verdad, un “Pura sangre” sabe de lo que hablo.
Fueron estas cosas que formaron
mi carácter, es así que años después me sentí tan identificado con el personaje
de Forest Gump en su periplo por la milicia y que a pesar de su bajo coeficiente
intelectual, encajó tan bien en el ejército, tanto, que le creían genio. No
quiero decir con esto, que en el ejército es para tontos, al contrario, el ejército
es para los disciplinados. Si uno quiere tener éxito en la vida, la disciplina
es un factor preponderante pues este simple valor nos hace ordenados,
constantes, dedicados, trabajadores y planificados. La disciplina nos permite
adaptarnos más fácil a cualquier situación o entorno y como dice mi padre: “el
hombre inteligente resuelve problemas, se adapta rápido y hace amigos”.
Para mí creo que lo último es lo
que más me cuesta, y es que no hay un manual, ni libro que le diga a uno cómo
hacer amigos. Y gracias a esta frase de mi padre, a donde voy trato de esconder
mi timidez con una sonrisa y seguir las palabras de mi madre cuando era niño: “saluda
hijito, saluda”. Es que entrar saludando no es sólo una muestra de educación,
es enseñar al mundo de qué hogar uno
viene. El saludo abre puertas, pero una sonrisa abre corazones. Y así tenga
unas 8 muelas calzadas y brakets en la boca, siempre será mejor ver una sonrisa,
a un ceño fruncido. Y aunque a veces sea difícil esconder un mal rato, nunca hay que dejar de sonreír.
Volviendo al tema, ya en Machala viví
una realidad no tan alentadora, chicos mal uniformados, con los cortes de
cabello cual “Maluma”, estudiantes que desde que inicia el día vienen con
uniformes rotos y sucios, cadetes mujeres con faldas pantalón en medio muslo,
pero eso es lo de menos. Lo más crítico fue darme cuenta que los estudiantes se
crían sin valores, sin respeto por el prójimo, donde exigen derechos sin
cumplir sus obligaciones. Pero no toda la culpa es de ellos, son los padres
quienes creen que tener al hijo en un Colegio Militar es “delegar” la disciplina
y corrección a los inspectores y profesores, porque ellos ya no lo pudieron
hacer. Y es aquí donde recae la mayor responsabilidad, porque la educación
viene de casa; las matemáticas, la gramática y física son obligación del
colegio y en un instituto militar lo que se fomentan son valores como el
patriotismo, honor, disciplina, lealtad, espíritu de cuerpo, etc.
Como predica el filósofo, Humberto
Maturana en su teoría de la “Biología del Amor” lo que busqué fue involucrarme en
la educación de los estudiantes, tratar de ser el amigo y comprender mejor la
psicología de los cadetes de hoy en día desde un punto de vista más humano. Un
año no es suficiente pero algo se hizo: Participamos de 5 competencias
atléticas de 5 y 10 km, fuimos a la Escuela Superior Militar “ELOY ALFARO” con
los brigadieres y palparon un poquito de la vida militar, se retomó la
competencia Cadete de Acero, se dictaron charlas para prevenir el bullying y el
uso de sustancias indebidas, se hicieron mingas, se ordenó el ingreso de
vehículos al colegio haciendo un parqueadero de busetas y otro para padres de
familia, con los brigadieres se montaron actividades para recaudar recursos y
remodelar los cabos y las barras estáticas, gracias a la colaboración del
presidente del Consejo Estudiantil se pintaron las canchas deportivas, se
inició el proyecto de reciclaje de botellas plásticas que contribuyen a
disminuir la basura dentro del plantel. En fin, algo se hizo.
Hoy me despido con una consigna a
mis 2643 cadetes: “Honren a sus familias”, honren su apellido con humildad, trabajo,
constancia y sacrificio. Nada es fácil en la vida, todo demanda esfuerzo,
largas noches sin dormir y mucha dedicación. Si algo lo obtenemos fácil, nunca
lo valoraremos porque no entendemos cuánto nos costó conseguir. Gracias a los
directivos por permitirme trabajar confiando en mis capacidades y talento. Reconocimiento
a los docentes por ser parte de la formación de los mejores estudiantes de la
Provincia del El Oro. Dios le pague al personal administrativo y de apoyo por brindarme su
colaboración en cada disposición emanada. Pero de sobre manera un reconocimiento especial para aquellos soldados de bien que día a día se visten de paciencia y de forma admirable se entregan a sus cadetes para sacar de ellos lo mejor. Gracias a los bares, porque no solo alegran esta abultada barriga, sino alimentaron mi espíritu con amor haciéndome recordar los olores y sabores de la comida de mi madre.
Sí tuve errores, exabruptos y pido mil disculpas si me excedí al pretender cambiar de la noche a la mañana a cadetes indisciplinados. Mis errores los asumí con frontalidad, viendo a los ojos y sin esconder la mano. Cada experiencia es un aprendizaje y yo sigo aprendiendo hasta el día que deje de respirar.
Sí tuve errores, exabruptos y pido mil disculpas si me excedí al pretender cambiar de la noche a la mañana a cadetes indisciplinados. Mis errores los asumí con frontalidad, viendo a los ojos y sin esconder la mano. Cada experiencia es un aprendizaje y yo sigo aprendiendo hasta el día que deje de respirar.
Desde este lunes voy a cumplir un
sueño, voy en busca de crecimiento profesional y personal, voy a trabajar por
Naciones Unidas y espero estar a la altura (no se rían estoy hablando en
sentido figurado) de este nuevo reto que yo mismo busqué y que con mi esfuerzo
conseguí. Dios les bendiga mis cadetes, honren su parche, ese que está en el corazón, vivan para ser felices sin dañar al prójimo. Esto no es un adiós es un hasta pronto COMIL-3 "HÉROES DEL 41".
Dios, Patria y El Nacional
Marco Antonio Granja
Capt. de A.