miércoles, 13 de enero de 2016

Carta de despedida para el COMIL-3. Muchas gracias por todo.

Ha transcurrido algo más de un año desde que fui dado el pase al COLEGIO MILITAR Nº 3 “HÉROES DEL 41”. No estaba contento con mi nueva destinación, para ser sincero, me imaginaba a una bandada de forajidos desquiciados, incontrolables por las hormonas propias de la edad. Mi primer día no difirió mucho de mi apreciación inicial, creo que me quedé corto, ya que  controlar la disciplina de más de 2000 estudiantes es una labor titánica. Pero a la sabia superioridad del creador, no hay que hacerle caras, pues sólo él sabe cómo hace las cosas y si él me puso aquí, debe ser como dice el Papa Francisco: “el mejor de los vinos está por venir”.   

Aunque son odiosas las comparaciones, cabe indicar que yo me eduqué en un Colegio Militar (COMIL -1 de Quito), y aunque utilice una frase cliché pero “en mis tiempos eran muy diferentes las cosas”. Recuerdo que para iniciar mi día en primer curso (8vo de básica ahora), necesitaba esta dosis: un “abrazo de oso” de mi padre y unas dos bendiciones de mi madre para aguantar mi día. Desde tomar mi recorrido con otros cadetes, era un momento formal,  los hacíamos bien uniformados, en orden de antigüedad en donde el más antiguo daba el ejemplo al resto y todos saludábamos dando la mano. Al bajarme el más antiguo pasaba revista de aseo,  calzado y útiles de revista. Los anotados sabían que se despedían del recreo pues tenían ejercicios físicos que cumplir. Si algo exagero o falto a la verdad, un “Pura sangre” sabe de lo que hablo.


Fueron estas cosas que formaron mi carácter, es así que años después me sentí tan identificado con el personaje de Forest Gump en su periplo por la milicia y que a pesar de su bajo coeficiente intelectual, encajó tan bien en el ejército, tanto, que le creían genio. No quiero decir con esto, que en el ejército es para tontos, al contrario, el ejército es para los disciplinados. Si uno quiere tener éxito en la vida, la disciplina es un factor preponderante pues este simple valor nos hace ordenados, constantes, dedicados, trabajadores y planificados. La disciplina nos permite adaptarnos más fácil a cualquier situación o entorno y como dice mi padre: “el hombre inteligente resuelve problemas, se adapta rápido y hace amigos”.


Para mí creo que lo último es lo que más me cuesta, y es que no hay un manual, ni libro que le diga a uno cómo hacer amigos. Y gracias a esta frase de mi padre, a donde voy trato de esconder mi timidez con una sonrisa y seguir las palabras de mi madre cuando era niño: “saluda hijito, saluda”. Es que entrar saludando no es sólo una muestra de educación, es enseñar  al mundo de qué hogar uno viene. El saludo abre puertas, pero una sonrisa abre corazones. Y así tenga unas 8 muelas calzadas y brakets en la boca, siempre será mejor ver una sonrisa, a un ceño fruncido. Y aunque a veces sea difícil esconder un mal rato, nunca hay que dejar de sonreír. 




Volviendo al tema, ya en Machala viví una realidad no tan alentadora, chicos mal uniformados, con los cortes de cabello cual “Maluma”, estudiantes que desde que inicia el día vienen con uniformes rotos y sucios, cadetes mujeres con faldas pantalón en medio muslo, pero eso es lo de menos. Lo más crítico fue darme cuenta que los estudiantes se crían sin valores, sin respeto por el prójimo, donde exigen derechos sin cumplir sus obligaciones. Pero no toda la culpa es de ellos, son los padres quienes creen que tener al hijo en un Colegio Militar es “delegar” la disciplina y corrección a los inspectores y profesores, porque ellos ya no lo pudieron hacer. Y es aquí donde recae la mayor responsabilidad, porque la educación viene de casa; las matemáticas, la gramática y física son obligación del colegio y en un instituto militar lo que se fomentan son valores como el patriotismo, honor, disciplina, lealtad, espíritu de cuerpo, etc.



Como predica el filósofo, Humberto Maturana en su teoría de la “Biología del Amor” lo que busqué fue involucrarme en la educación de los estudiantes, tratar de ser el amigo y comprender mejor la psicología de los cadetes de hoy en día desde un punto de vista más humano. Un año no es suficiente pero algo se hizo: Participamos de 5 competencias atléticas de 5 y 10 km, fuimos a la Escuela Superior Militar “ELOY ALFARO” con los brigadieres y palparon un poquito de la vida militar, se retomó la competencia Cadete de Acero, se dictaron charlas para prevenir el bullying y el uso de sustancias indebidas, se hicieron mingas, se ordenó el ingreso de vehículos al colegio haciendo un parqueadero de busetas y otro para padres de familia, con los brigadieres se montaron actividades para recaudar recursos y remodelar los cabos y las barras estáticas, gracias a la colaboración del presidente del Consejo Estudiantil se pintaron las canchas deportivas, se inició el proyecto de reciclaje de botellas plásticas que contribuyen a disminuir la basura dentro del plantel. En fin, algo se hizo.  

Hubiera querido hacer mucho más por estos jóvenes que de una u otra manera tocaron mi vida y cada
uno me enseñó algo. Detrás de un cadete con mal corte de cabello, uñas largas y pintadas, un cadete atrasado, existe una lección: el colegio militar no endereza árboles torcidos, no cambia cadetes con problemas personales. Lo que hace es guiar por el sendero de conocimiento a mentes y cuerpos deseosos de crecer física e intelectualmente. Porque institución que no guía con valores y principios éticos y morales a sus estudiantes, expone a estos a fracasar dentro de una sociedad que devora al ignorante que se deja vencer en la primera caída o puede sucumbir ante la tentación pasajera del dinero y lujos dejando a un lado lo importante: LA INTEGRIDAD. Este colegio a más de educar a estudiantes, forma  juventudes que honran el mejor de los parches: EL APELLIDO y por eso lo ponemos muy cerca del corazón.

Hoy me despido con una consigna a mis 2643 cadetes: “Honren a sus familias”, honren su apellido con humildad, trabajo, constancia y sacrificio. Nada es fácil en la vida, todo demanda esfuerzo, largas noches sin dormir y mucha dedicación. Si algo lo obtenemos fácil, nunca lo valoraremos porque no entendemos cuánto nos costó conseguir. Gracias a los directivos por permitirme trabajar confiando en mis capacidades y talento. Reconocimiento a los docentes por ser parte de la formación de los mejores estudiantes de la Provincia del El Oro. Dios le pague al personal administrativo y de apoyo por brindarme su colaboración en cada disposición emanada. Pero de sobre manera un reconocimiento especial para aquellos soldados de bien que día a día se visten de paciencia y de forma admirable se entregan a sus cadetes para sacar de ellos lo mejor. Gracias a los bares, porque no solo alegran esta abultada barriga, sino alimentaron mi espíritu con amor haciéndome recordar los olores y sabores de la comida de mi madre.

Sí tuve errores, exabruptos y pido mil disculpas si me excedí al pretender cambiar de la noche a la mañana a cadetes indisciplinados. Mis errores los asumí con frontalidad, viendo a los ojos y sin esconder la mano. Cada experiencia es un aprendizaje y yo sigo aprendiendo hasta el día que deje de respirar. 


Desde este lunes voy a cumplir un sueño, voy en busca de crecimiento profesional y personal, voy a trabajar por Naciones Unidas y espero estar a la altura (no se rían estoy hablando en sentido figurado) de este nuevo reto que yo mismo busqué y que con mi esfuerzo conseguí. Dios les bendiga mis cadetes, honren su parche, ese que está en el corazón, vivan para ser felices sin dañar al prójimo. Esto no es un adiós es un hasta pronto COMIL-3 "HÉROES DEL 41".


Dios, Patria y El Nacional


Marco Antonio Granja
Capt. de A.